martes, 16 de febrero de 2010

Emigrantes e inmigrantes

Emigración e inmigración son las dos caras de una misma moneda. Una no puede existir sin la otra. Quien sale de su lugar de origen es emigrante y se convierte en inmigrante en el lugar donde se instala. Es una práctica tan antigua en la humanidad, que se remonta a sus propios orígenes, cuando las personas eran nómadas y se veían obligadas a desplazarse continuamente para poder subsistir cazando, pescando o recolectando frutos. La sustitución del nomadismo por formas de vida sedentarias fue inicialmente una consecuencia de la aparición de la agricultura, cosa que ocurrió hace unos diez mil años y fue entonces cuando surgieron los poblados (más o menos estables), que se fueron multiplicando a medida que las comunidades humanas se expandían para poder obtener los recursos necesarios con los que subsistir. Con el tiempo los grupos humanos se fueron haciendo más complejos y a la vez que aparecían nuevas tareas y nuevas técnicas, se fueron formando divisiones entre sus componentes según el rango y la riqueza. Así hace unos cinco mil años ya se conocían técnicas avanzadas para regar los campos y fabricar utensilios de metal, existían las ciudades (donde vivían sobre todo quienes no trabajaban en el campo), pero también se formaron los estados y con ellos las fronteras. Las personas nunca han dejado de desplazarse. Las causas han sido múltiples, como variadas las repercusiones entre quienes lo han hecho. Hay quien lo ha hecho en condiciones de superioridad (conquistando y/o colonizando) y hay quien lo ha hecho en condiciones de inferioridad (huyendo de la miseria). A lo largo de la historia no ha habido pueblo o nación que no haya conocido el enviar población o recibirla: en momentos diferentes o simultáneamente, en relación al exterior o en su propio seno (las llamadas migraciones interiores). No hay personas que en su propia experiencia o en la de algún antepasado no se haya relacionado con este fenómeno. Lo que sigue ocurriendo en nuestros días es que ser una persona extranjera (o hacerla sentir así) no es lo mismo según el grado de riqueza. Ser inmigrante pobre sigue siendo el gran pecado.
Jesús Mª Montero Barrado (1998)
(Fotos: JMB)

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